Requerimientos nutricionales en situaciones de estrés crónico
La presión y la intensidad en el trabajo, dormir poco y mal, la falta de actividad física, una mala alimentación, la logística familiar, la disponibilidad 24 h al día, etc. Son los factores que generan el denominado estrés crónico, un problema cada vez más común y normalizado que se conoce como la enfermedad del Siglo XXI.
El concepto estrés, se remonta a 1930, cuando el Dr. Hans Selye, observa que todos los enfermos a quienes estudiaba, indistintamente de la patología que tenían, presentaban síntomas comunes y generales como cansancio, pérdida de apetito y astenia, entre otros.
Se definió como un mecanismo automático y estereotipado que se dispara ante cualquier situación estresante, involucrando un conjunto de reacciones inespecíficas que movilizan las reservas energéticas para hacer frente a las demandas externas.
Fases del estrés
Fase 1. Respuesta de alarma (lucha o huida)
Es la respuesta inicial ante el estrés, provoca la secreción suprarrenal de adrenalina y noradrenalina. Esta fase representa la reacción adaptativa del organismo al peligro o amenaza. Su objetivo básico es preparar al cuerpo para la acción inmediata. Una vez desencadenada, la respuesta de combate o huida aumenta nuestras capacidades físicas.
Fase 2. Reacción de resistencia (adaptación)
Si no ha sido posible “resolver el problema” y sigue vigente la necesidad de respuesta al estímulo agresor, el organismo cambia la táctica y el individuo alcanza un nuevo nivel de adaptación debido a que los órganos internos montan una resistencia sostenida.
Este se traduce en un aumento de la secreción de corticoides, los cuales permiten que el individuo resista los efectos destructores del estrés psíquico o físico (traumatismo, frío, calor, intervenciones quirúrgicas, enfermedades debilitantes, etc.).
La reacción de resistencia es, sin duda, una fase necesaria para que el cuerpo pueda adaptarse a un estrés más prolongado. Es frecuente entrar en la fase de resistencia en el caso de que la tensión persista por más de unas horas, como en los casos de inanición, las enfermedades agudas o la ansiedad severa.
Fase 3. Agotamiento
El organismo humano no está diseñado para soportar estrés constante y, cuanto más tiempo nos veamos expuestos a él, menos capaces será nuestro cuerpo de afrontarlo. Si los nutrientes necesarios para la síntesis de estas hormonas escasean, o si las necesidades del estrés consumen las hormonas a mayor velocidad que se producen, el cuerpo no puede continuar enfrentándose al estrés.
Las señales de alarma del agotamiento incluyen sentimientos de desesperanza, agotamiento, deseo de escabullirse o una marcada incapacidad en el funcionamiento social u ocupacional.
Para tratar de compensar la reducción de glucosa en sangre (hipoglucemia) causada por una deficiencia de las hormonas, el organismo suele reclamar imperiosamente azúcar e hidratos de carbono refinados. Su ingesta elevada creará los problemas propios de ese abuso.
Causas y consecuencias
El frío y/o calor extremo, sustancias tóxicas, infecciones, hemorragias, factores emocionales, etc. Son denominados “estresores”, la respuesta biológica frente a estos llevará a cambios hormonales que, si son adecuados al estímulo, son positivos para el desarrollo, el funcionamiento del organismo y la adaptación al medio. El problema surge si las demandas del medio son excesivas y prolongadas superando la capacidad de resistencia y de adaptación del organismo.
Si no permitimos que el organismo se recupere de esta situación, llegamos a un estado de estrés permanente; en el que van consumiendo las reservas de energía y micronutrientes del cuerpo de forma progresiva. Esto puede conducir a un agotamiento crónico u otras enfermedades causadas por el estrés, pudiendo ocasionar fatiga crónica, inmunodeficiencia, aumento del riesgo de osteoporosis, depósitos de calcio en articulaciones y arterias, presión sanguínea elevada, desequilibrios en la glucemia, retención de líquidos, deficiencias nutricionales, etc.
Requerimientos nutricionales y soluciones
La combinación de descanso, técnicas de relajación, ejercicio físico moderado y una alimentación equilibrada nos ayudarán a corregir esta situación. Seguir una dieta rica en alimentos integrales, no procesados, y evitar o reducir la ingesta de cafeína, alcohol, tabaco y azúcar refinado nos ayudará a reducir los efectos adversos del estrés.
El estrés crónico es un problema cada vez más común y normalizado que se conoce como la enfermedad del Siglo XXI
Es necesario cubrir las demandas aumentadas de nutrientes por los efectos fisiológicos generados en la situación de estrés. Especialmente de aquellos relacionados con el correcto funcionamiento del metabolismo energético, sistema inmunitario, cardiovascular e intestinal.
- El metabolismo energético: vitaminas del complejo B y magnesio.
- Protección contra el estrés oxidativo: Vitamina C, Vitamina E, Carotenoides, Bioflavonoides, Selenio y Zinc.
- Ácidos grasos Omega 3 (EPA y DHA): Contribuyen al funcionamiento cardíaco normal.
- Estados de disbiosis o inflamación intestinal: Alimentos o suplementos probióticos y prebióticos.
Además, no debemos olvidar que, en los estados de tensión, con falta de tiempo y de medios, realizar una alimentación equilibrada y correcta no es nada sencillo. Por ello la planificación y el uso de algún suplemento nutricional valorado y adaptado personalmente por un nutricionista-dietista se puede convertir en una solución idónea a este gran problema.