
La microbiota intestinal es un ecosistema complejo en el que los hongos tienen un papel crucial. Cooperan con las bacterias y son muy productivos, participando en funciones necesarias para la vida, como la digestión de hidratos de carbono o la absorción de nutrientes.
Candida spp. es el más prevalente en la microbiota fúngica (o micobiota) y vive de forma natural en el intestino, nuestra piel y mucosas y el aparato genitourinario.
En condiciones normales, el sistema inmunológico y las bacterias beneficiosas mantienen su colonización bajo control.
Alteraciones en la inmunidad, el estrés, alteraciones en la microbiota (disbiosis), o cierto tipo de medicación (antibióticos, inmunosupresores) puede provocar su sobrecrecimiento y causar una infección llamada candidiasis. En este sobrecrecimiento, Candida muta del estado de levadura al estado micelar con hifas, formando biofilms muy resistentes a químicos y ataques físicos. Estos biofilms lesionan los tejidos y generan toxinas, provocando un aumento de permeabilidad intestinal y una reacción del sistema inmunológico.
El abordaje de la candidiasis debe ser integral y considerar el desequilibrio general de la microbiota. El abordaje nutricional es imprescindible, así como la ayuda de probióticos, prebióticos, micronutrientes o fitoterapia. Se han estudiado agentes antifúngicos de fuentes no microbianas y se han observado metabolitos secundarios de plantas, como el polygodial, que ha demostrado sus efectos beneficiosos en el tratamiento frente a Candida albicans,
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